Construyes historias, construyes vida, das un sentido a un trozo de papel. Cierras los ojos, abres tu mente, un vasto mundo en el que poder soñar, sin fronteras, horizonte sin límites.
Cada palabra lleva tu nombre. Tu firma, escrita en sangre y sudor, perdurará hasta la eternidad.
Emociones que se entrelazan, sentimientos descritos con dulzura. Nos abres los ojos, nos hechizas, nos transportas más allá de la realidad, nos encariñas con tus personajes, y a la vez nos haces odiarlos.
Haces que nos preocupemos por ellos cuando lo están pasando mal. Cada herida que reciben lo sentimos en nuestro corazón. Lloramos si lloran, sonreímos sin sonríen, reímos con ellos.
Acoges cada capítulo en tu regazo, formando una única dimensión, y dejas un vacío cuando aparece un fin.
Nos haces dudar, nos haces pensar, nos sorprendes con cada misterio y nos dejas con la intriga imaginando que pasará. La imaginación es tu arma y tus historias nuestro alimento.
Crónicas de un escritor que en cada historia deja su ambición. Paisajes bellos, paisajes sombríos, el tiempo transcurre lentamente mientras hundes tus pensamientos en tu universo creado con tus letras.
El eco de las palabras que, escritas han quedado, se tatúan en nuestras mentes, mientras tú, sonriente, entre mares y tempestades, entre batallas y diálogos, entre aventuras y ficción, entre misterios e intrigas, entre romances y desamores, continúas tu travesía entre las líneas de tus novelas.
Un escritor de vidas, la vida de un escritor.
Tu vida.
A mi querido amigo Adrián, escritor de profesión y persona en sus ratos libres.