Al principio todo estaba como muy silencioso. Juan, Tomás y María estaban sentados en el salón. Habían quedado el día anterior, Juan había contactado con ellos, quería decirles algo importante al parecer, así que estaban esperando la señal de que Juan hablaría.
- Soy Dios - Dijo Juan levantándose del sofá.
Tomás y María se quedaron mirándose durante un buen rato, incrédulos ante las palabras que había soltado, sin sentido alguno, su amigo.
- Perdona... ¿Qué has dicho? - Soltó María de repente para intentar entender la situación.
- Que si joder, que hoy me he levantado y me siento Dios.
- Como... que te sientes Dios... - Contestó incrédulo Tomás.
- Que si, que hoy he soñado con... el espiritu santo y esas cosas... y me siento Dios...
- Pero vamos a ver... Como te puedes sentir Dios, como se siente eso... - Le dijo María.
- No sé a ver... Me siento distinto, me siento diferente, como divino, como de otro mundo, como que soy el creador del todo y de la nada, como que puedo hacer milagros, fijate que se me ha caido una tostada por la parte que no tiene mantequilla...
- Pero Juan... - Intentó hablar Tomás.
- Llámame Dios - Puntializó Juan.
- Erm... Dios... Eso no demuestra nada, eso no tiene ningún sentido... a ver, haz un milagro, aquí y ahora, trae por ejemplo... ¡Peces! ¡Multiplícalos!
Cuando terminó la frase Juan le arreó una bofetada a Tomás.
- No oses dudar de la Palabra de Dios, ¡blasfemo!
- ¡Pero puto loco como se te ocurre pegarle! ¿Eres tonto? - Saltó a la defensiva acercándose a Tomás, que tenía la mano en la cara debido al dolor de la bofetada.
- Soy Dios.
María se levantó y le dió una bofetada más fuerte que la que Juan le había propinado a Tomás, tanto que tuvo que sentarse en la silla y aguantarse bien.
- Otra tontería como esta y te quito los poderes místicos de otra hostia, ¿queda claro?
Juan asintió.
La sala se quedó en silencio.
Nadie habló del tema, nunca.
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